SEGORBE: AÑO CERO
Segorbe se halla en una especial encrucijada político-social. Tras casi veinte años de régimen personal de Rafael Calvo, la ciudad se desangra, se deshace, como diría mi madre se "desbudilla" en todos los sentidos y, paradójicamente, todavía existe una convicción social de que nada va a cambiar, cuando todo, de facto, está cambiando a una velocidad vertiginosa.
La desorientación por la que camina el primer edil de la población no deja lugar a dudas. Las aportaciones que bien en su nombre o en el del PP de Segorbe se realizan en las redes sociales están alcanzando un grado de disparate que eleva al Informal Segorbino a la calidad del Frankfurter Allgemaine. En el fondo, no es que todo, de pronto, funcione mal, en el sentido de "cualquier cosa", sino que el todo en su conjunto, el sistema, el modelo, el proyecto o como queramos llamarle, ha fallado.
Son cinco años de profunda crisis. Segorbe había alcanzado un desarrollo, como en otros lugares, virtual, un espejismo económico y social de primer nivel y, además, con una participación directa y personal de Rafael Calvo en todos los ámbitos. Un alcalde que manifiesta día a día el mismo empeño en el gobierno de su ciudad que hace dieciocho años, pero la misma incapacidad de crear una ciudad viable y con futuro que sirva de elemento de vertebración e impulso de la comarca.
Tras el derrumbe de la construcción todo parece venirse a abajo, pero las cosas, no "han salido mal", simplemente se han hecho mal desde el principio.
Se pretendió hacer una ciudad dormitorio y residencial al albur de la Autovía que llegó en el 97 pero se desatendió el ferrocarril, sistemáticamente precarizado por los gobiernos del PP, cuando un buen servicio de cercanías (o metro) es el que garantiza la expansión urbana de zonas residenciales tanto en Madrid y Barcelona como en Valencia.
Se quiso que la gente viniera de Valencia a comprarse una casa a Segorbe y se realizaron importantes e irreales proyecciones demográficas y proyectos urbanísticos. El autobombo y la complacencia prendieron en los pueblos de la comarca. Jóvenes parejas y pequeños ahorradores de toda la vida bajaban a comprar pisos a Segorbe, pero los que no venían eran los habitantes de Valencia y alrededores, sencillamente, porque era más barato comprarse un duplex en la Vallesa, a 15 minutos de Valencia, con parada de metro, que un piso en la Avenida de España de Segorbe.
Sin embargo, la borrachera social y mediática era extrema esos años, síntoma inequívoco de una enfermedad larga e irreversible que conduciría inexorablemente a la muerte.
Todo parecía ir de perlas y comenzaba a tomar cuerpo un modelo o, mejor dicho, un antimodelo. Un modelo basado en la falta de perspectiva a largo plazo, tan necesario en nuestros pueblos y en la existencia de un patrón de desarrollo, una orientación clara que, además, debería de haber sido compartida con el resto de la comarca.
Poco a poco la falta de una planificación real, de un modelo racional que esté por encima de la creación de una red clientelar y de impulsar proyectos descaradamente electoralistas está pasando factura.
Al fracaso de la construcción, hay que añadir el fracaso en la industria y, mucho me temo, habrá que añadir el agrícola y el turístico.
Me aventuro a decir, que pocos pueblos habrán gozado de tantas posibilidades en recursos públicos como Segorbe en todos los ámbitos, y pocos lo habrán hecho tan mal.
Desatendidos los recursos naturales pese a la responsabilidad en el Parque Natural de la Sierra Calderona del Sr. Calvo, las inversiones turísticas continúan siendo mastodónticas propias de un elefante en una cacharrería y sin sentido de la realidad del mercado.
Que decir del despropósito de la Ciudad Deportiva, la nula planificación con las instalaciones acuáticas o de proyectos tan irreales como el Coliseo, la Estación de Autobuses?.
En Segorbe hace falta un borrón y cuenta nueva. Dice Miguel Barrachina en su página web que Segorbe es una localidad con unos servicios equivalentes a una ciudad de 40.000 habitantes, y no lo niego, de hecho, ese es parte del problema, porque una ciudad de 9.000 habitantes, está asumiendo el coste de esos servicios, ante el abandono de la administración autonómica. De poco sirve hacer un llamamiento al resto de pueblos para que participemos en su financiación (como el caso del Conservatorio) cuando siempre se nos ha negado participar en su gestión (¿que pillos, no?).
Todas las áreas de actividad merecen revisión: el educativo, con un mapa escolar decidido por el Sr. Calvo en el que ha favorecido a centros privados y sin ningún criterio pedagógico, el industrial con un polígono semiabandonado y otro con sospechosos nubarrones sobre su viabilidad, el turístico víctima de una estrategia localista cerril sin ningún sentido, el sanitario con la supresión de servicios en el Centro Médico, el de servicios con la reducción de relaciones de ferrocarril, el institucional, con la muerte por inanición de la Fundación Bancaja Segorbe, el judicial, con un rosario de sentencias condenatorias que están asfixiando al consistorio, etc...
Alguien puede decir que quien soy yo para opinar sobre la gestión de Segorbe pero me considero autorizado moralmente por dos motivos, primero porque Segorbe es la ciudad que me vio nacer o, si se quiere, la que yo vi al nacer y segundo porque las decisiones que se han tomado en esta ciudad han afectado y afectan a mi municipio.
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